Llegué a mi nuevo instituto con un poco de retraso. Excitado por ser mi primer día de clase, me perdí de camino al aula. Estaba tan nervioso, había pasado tanto tiempo sin ir a clase, tanto tiempo encerrado en aquel lugar. Decían de mí que era peligroso, que haría daño a la gente, que aquel compañero de clase me había vuelto loco. Yo siempre me había considerado un chico inofensivo.
Cuando entre al aula, todos estaban en sus asientos. El profesor me dijo algo sobre la puntualidad, me presentó delante de los compañeros, y me señalo mi sitio. Yo solo podía pensar en que